El cine de Pedro Costa, artesanía humilde
Pedro Costa (Lisboa, 3 de marzo de 1959) es un director de cine portugués. Es conocido como un innovador en el área de cine experimental y de docufiction. Utiliza como herramientas básicas de grabación las cámaras ligeras de video digital. Sus planteamientos estéticos recogen los principios del denominado cine directo. Se le considera heredero de los documentales en 16 mm del grupo Novo cinema portugués.[
Pedro Costa es hijo del periodista y realizador de televisión Luís Filipe Costa. Abandonó sus estudios de historia en la Universidad de Lisboa para asistir a las clases impartidas por el poeta y director António Reis en la Escuela Superior de Cine donde acabó incorporándose.[2]
Después de trabajar como ayudante de dirección para varios directores —como Jorge Silva Melo, Vítor Gonçalves y João Botelho—, realizó su primer largometraje O Sangue (La sangre) que tuvo su estreno mundial en el Festival de Cine de Venecia en 1989.[2]En esta obra presenta ya la atención simultánea política y poética de las vidas de las personas marginadas. Su segunda película Casa de Lava (1994) fue rodada en Cavo Verde y proyectada en el Festival Internacional de Cannes. Su posterior trabajo es la trilogía Fontaínhas, con Ossos (1997), No Quarto da Vanda (2000) y Juventude em Marcha (2006), en el que retrata la vida de hombres y mujeres inmigrantes y pobres de la diáspora caboverdiana que habitan este barrio de Lisboa.[
Pertenece, como Teresa Villaverde, a la generación de cineastas surgida en la década de 1990.[4]
La obra de Pedro Costa continúa la tarea iniciada en Portugal por Manoel de Oliveira y António Campos, en la que el cine se inspira en el concepto antropología visual, tradición también explorada por cineastas como António Reis y Ricardo Costa, quienes utilizan la docu-ficción.
Ya con En el cuarto de Vanda (2000), había logrado una nueva modernidad expresiva, que resultó rubricada con Juventud en marcha (2006): en ambos filmes la imagen digital se remitía a los grandes maestros del claroscuro y removía toda la poética del realismo precedente.
Su película Ne change rien (2009) documental rodado en Portugal y Francia, se centra en una cantante que vive entre ensayos y grabaciones en un ático, por un lado, y en el escenario de un café.
Su último largometraje, Vitalina Varela (2019) fue distinguido en el Festival de Cine de Locarno, con el Leopardo de Oro y el Leopardo a la Mejor Actriz.
De este cineasta me gusta que trabaja artesanalmente, elabora los planos con técnicas pictóricas como la del claroscuro sin importarle la excesiva laboriosidad. Pone el foco en la realidad de las vidas sencillas de barrios humildes y marginales de Lisboa. Y en cuanto a los parámetros entre los que se mueve citar que tiene como eje fáctico una moral autoexigente que le impide abandonar la coherencia consigo mismo en favor de una supuesta comercialización hueca de alma.
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